1
Disparó tan abierto la bocanada al frío.
¿No tienes nada que contarme, Ana?
La esquiva nieve no precisa de la sílaba.
2
Arde el tronco en el hogar
cartas calcinadas, puro frío
sube por los muslos
donde nada puede arder.
3
Fueron treinta días esposo mío
en el hipódromo de muerdos
y salen mocos de poemas al abrir cada pañuelo
La verdad es blanca pero opaca y muda.
para todas tus preguntas.
4
El disparo en la estación final
no alcanza a los portazos
y la primera bocanada va al vacío.
Disparó tan abierto la bocanada al frío.
¿No tienes nada que contarme, Ana?
La esquiva nieve no precisa de la sílaba.
2
Arde el tronco en el hogar
cartas calcinadas, puro frío
sube por los muslos
donde nada puede arder.
3
Fueron treinta días esposo mío
en el hipódromo de muerdos
y salen mocos de poemas al abrir cada pañuelo
La verdad es blanca pero opaca y muda.
para todas tus preguntas.
4
El disparo en la estación final
no alcanza a los portazos
y la primera bocanada va al vacío.
5
Alcohol para dos
y tos para esas heridas
a pleno pulmón, querida.
6
El pliegue de las servilletas
hace eterno el texto que se quema.
Y todo el sexo
ni para un soplo del bordado calcinado abarca.
7
La leña más ardiente
podrá apagarse al cacareo de los huevos
que se botan como balas.
si un niño dice mamá.
8
El mar
El mar
es todo
e
incluye el trino de sus aves preso en los huevos de la espuma.
9
En el bosque verde de los carpinteros
en los dientes de la virgen y mi caída del corcel
me llama la jornada
y no sabe preguntarme
si eran mis señales
las que sonaban como besos
o eran no más relincho cada verso quedo.
10
Esa capa nívea
cae como un seno madre y es silencio
Y la blanca espada
con su Bonaparte
sus zarinas y sus guardias de palacio que lloraban
es paisaje.
11
Estás hecha un piano
y la cadencia va en los arcos de un violín
Y era fiebre de pecado
lo que ardía en tu mejilla
como bofetada.
12
Pita el tren
leyendo al desposado en pleno corazón
y el juramento sobre cada voto; roto.
Te lo juro.
Y era el vaho abierto su llegada en el andén.
13
La fiebre nos moja
La fiebre que corta tu peinado
Y cuatro velas
ni siquiera por el mar de nuestro viento alcanza.
14
En esa cama
que con otro me dolía
besa el dueño
donde otro juega su partida.
15
Deja de pensar en ese musgo
que vive al sur de cualquier tronco.
16
No te hablo a ti te hablo.
Si escuchas ruido
es porque estorbas mi sonido.
Deja de escuchar tras esa puerta.
La habitación no es sorda
ni siquiera lo que piensas
de cómo mi sonido es ruido.
17
Ora
meticulosamente.
Ora como un dios a los malvados
Que de esa depende tu existencia.
18
Húndase la rueda en ese barro
como letra escrita en el papel de nieve
-
caligrafía apenas -
la que en el brocado del camino se despide.
19
La copa
es sorbo de veneno
lo que abre.
20
Vuelve la nevada con sus percherones
y es el frio despeinando el corazón.
21
Ana en la niebla
de sus pensamientos.
Mientras llega el tren
de corva bocanada
la misma que sale de su boda boca
la misma
sin que ni una lágrima cayera, pasa.
22
Se levanta apenas el peinado
de aquel monstruo duro
cuando el dedo índice de Ana
en la palma de su mano
se levanta de su muerte.
23
Jadea el tren mejor que los tambores de batalla.
Arde la leña
contra el piano primo de la nieve
Muere la novela
y la última portada es la hoja
que suspira en pleno invierno.
19
La copa
es sorbo de veneno
lo que abre.
20
Vuelve la nevada con sus percherones
y es el frio despeinando el corazón.
21
Ana en la niebla
de sus pensamientos.
Mientras llega el tren
de corva bocanada
la misma que sale de su boda boca
la misma
sin que ni una lágrima cayera, pasa.
22
Se levanta apenas el peinado
de aquel monstruo duro
cuando el dedo índice de Ana
en la palma de su mano
se levanta de su muerte.
23
Jadea el tren mejor que los tambores de batalla.
Arde la leña
contra el piano primo de la nieve
Muere la novela
y la última portada es la hoja
que suspira en pleno invierno.
(Paris; mayo 2011)
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